Embarradores de Riohacha
Son los embarradores, una tradición 'importada' por el francés José Laborde, de la celebración de la Toma de la Bastida en París, en la que patrullas de ex combatientes y gente del pueblo se cubrían el cuerpo con barro que sacaban del río Sena para después saludar a los transeúntes en señal de regocijo.
En la capital guajira esta costumbre toma vida en la madrugada del domingo de carnaval. Ese día, personas completamente embadurnadas de un barro negro y maloliente, recorren las calles abrazando a los parranderos que se encuentran en las casetas y estampado su huella en las fachadas de las casas, cuando el sol todavía está dormido.
Uno de ellos es Jhon Escudero Martínez, heredero del fallecido jefe de los embarradores Carlos 'Calilí' Escudero, quien se inició en esta expresión ancestral desde muy temprana edad.
A los siete años, enfundado en un saco desgastado y con la cabeza cubierta por una capucha confeccionada por su mamá, salió en compañía de su padre 'Calilí' a revolcarse en las fétidas aguas de la Laguna Salá, donde anteriormente llegaban a embarrarse.
En ese entonces, la identidad de los embarradores era todo un misterio. "La víspera nos íbamos desde temprano a las casetas a tomar trago hasta quedar en temple (sólo así pueden soportar el frío del barro) y a las 4 de la madrugada nos poníamos el disfraz para sorprender a las personas que a esa hora estaban en la plaza Padilla", recuerda este conductor de 42 años, que los primeros años tuvo que embarrarse a palo seco por ser menor.
Hoy los embarradores dejaron de ser seres anónimos para convertirse en el icono más representativo del carnaval guajiro. De hecho, el primero de febrero de 1999 se creó la Fundación Cultural Embarradores de Riohacha.
La historia de esta tradición se remonta a 1867, cuando Laborde - marino y dueño de la flota mercante que cubría la ruta Tolón - Riohacha- encargó a su tripulación de formar la primera escuadra de embarradores. Desde allí y hasta ahora los miembros que la componen sobrepasan los 300 integrantes.
Daniel Brisso, quien lleva 14 de sus 22 años en las filas de los embarradores, dice que para cumplir con esta costumbre se requiere de una preparación previa del barro. Primero, eligen el sitio donde van a hacer la charca - en los mangles o en la desembocadura del río Ranchería- y lo limpian. Luego le echan agua y lo dejan dos días para que se pudra y adquiera ese olor putrefacto que lo caracteriza. Por último, lo pisan hasta formar una materia negra y brillante.
La madrugada del domingo todo ese lodo quedará impregnado en los cuerpos de los embarradores, estos hombres y mujeres que se gozan las fiestas del Carnaval convertidos en seres monstruosos, mezcla de burla y espanto, reviviendo año tras año esta tradición riohachera.
El disfraz del embarrador
El atuendo de los embarradores, a diferencia de los coloridos disfraces del carnaval de Barranquilla, es fúnebre. Tanto hombres como mujeres llevan pantalones viejos y una chaqueta vieja. La capucha con la que ocultan sus rostros la hacen con retazos de tela o bastas de pantalón con dos huecos en los ojos, que le permiten hacer de las suyas, asustar a los desprevenidos y permanecer en el anonimato. Toda esta ropa queda cubierta por completo de barro en la madrugada del domingo.
Los embarradores, una costumbre traída desde Francia y arraigada en las fiestas carnestólendicas de la capital guajira, están cumpliendo 140 años de historia. Este lunes a partir de las 4 de la tarde desfilaran por el centro de Riohacha acompañados de comparsas y grupos folclóricos de diferentes ciudades de la costa Caribe y Venezuela.
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